El mundo está en crisis y está experimentando grandes transformaciones. Hasta principios de la década de 1990, hubo una “guerra” entre los regímenes capitalista y socialista, encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Con la caída de este último, aparentemente triunfó el capitalismo.
En este mismo período, hubo un resurgimiento de la política capitalista neoliberal, iniciada por Reagan y Thatcher, de valorización del mercado, seguida por varias naciones.
Al mismo tiempo, se inició un proceso de aumento de la desigualdad social en la sociedad, especialmente en los países en desarrollo. Al mismo tiempo, aumentó el nivel de educación y el nivel de información de la población.
Como resultado, aumentó el descontento de la sociedad con el capitalismo, ya que se produjo un aumento de la riqueza de unos pocos a expensas de las bajas expectativas de crecimiento de los demás, especialmente de la juventud.
Como resultado, en la década de 2010 hubo varias manifestaciones en diferentes países (Estados Unidos – Tea Party; Francia – Chalecos Amarillos) y en Brasil (Black Bloc), ambas por cuestiones políticas, que ya no respondían a las aspiraciones de la población, y por cuestiones de condiciones económicas, que estaban dando lugar a una alta concentración de ingresos para los más ricos.
Con esto, el capitalismo necesita reinventarse, cambiando su visión de un capitalismo de accionistas (foco en los accionistas) a un capitalismo de stakeholders (foco en los stakeholders), con el fin de distribuir los resultados de las empresas no solo a los accionistas, sino a todo el conjunto de la sociedad. partes interesadas.
Dentro de este caldero, surgieron los ESG (Environment, Social and Governance) para que las empresas inicien este proceso de cambio de rumbo en el que intervienen cuestiones ambientales (cambio climático, contaminación, deforestación), responsabilidades sociales (condiciones laborales, racismo, relación con los empleados) y gobernanza. (lucha contra la corrupción, valoración de la diversidad) deben implementarse para que sean reconocidas como empresas responsables ante la sociedad.
Sin embargo, este no es un proceso sencillo porque parte de la necesidad de un cambio cultural por parte de los líderes de la empresa y el reconocimiento de la continuidad constante de este proceso. Sin embargo, este es un camino unidireccional para que las empresas sobrevivan en un mundo cada vez más interconectado, diverso e injusto.