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Biografía |
Desde
muy joven mostró un interés
y una habilidad excepcionales por
el dibujo y la pintura. Desinteresado
totalmente por las enseñanzas
académicas de la escuela, pasaba
las clases dibujando y retratando
a los profesores y a los compañeros,
lo cual le causó más
de un conflicto en la escuela. Pero
esta etapa también le reportó
éxitos en los concursos escolares
de dibujo y, su participación
como tenor en el coro de la escuela,
despertó su pasión por
la música En
su juventud tuvo que pasar por todas
las etapas requeridas por las convenciones
propias de la familia y la sociedad
en las que había crecido:
estudió en la Escuela Superior,
hizo carrera en el Ayuntamiento
como Secretario del Alcalde hasta
que sintió la necesidad de
un cambio radical en su vida. En
los años 70 aceptó
un trabajo como responsable administrativo
en el proyecto de la carretera del
café en Etiopía, ésta
fue su primera evasión hacia
nuevos horizontes; pero todavía
no estaba preparado para un cambio
definitivo.
Al terminar el contrato volvió
a Italia y aceptó un trabajo
como director del departamento de
Tráfico y al mismo tiempo
continuó sus estudios de
Ciencias Politicas y Sociales en
la Universidad de Pavía,
pero sin olvidar nunca su atracción
por el arte: en su tiempo libre
participaba activamente en el Grupo
de teatro “La Canea”.
Tres años más tarde
realizó su doctorado en Ciencias
Políticas y Sociales y terminó
esta etapa de su vida con una segunda
crisis existencial, que culminó
en un viaje a Las Islas Canarias
en el año 1976. La belleza
de la isla de Tenerife le cautivó
y su vocación artística
prevaleció sobre cualquier
pensamiento práctico y, finalmente,
su corazón se abrió
sin reservas hacia su camino predestinado
como artista.
Los primeros años se impuso
una autodisciplina y se dedicó
al dibujo y la pintura de retratos
y paisajes en un estilo figurativo
minucioso. Esta pintura era apreciada
por el público siempre presente
en el sur turístico de la
isla. Siguieron años de inquietudes
espirituales que lo llevaron a India,
Oregón, y Sudamérica,
que le permitieron sentir y finalmente
transmitir lo que sus ojos veían.
A su regreso a Tenerife, su estilo
de pintura cambió.
Los colores almacenados durante
los años de viajero -los
colores de África, de la
India y sobre todo la luz de las
islas del sur de la Italia de sus
orígenes- empezaron a salir
de su alma y de su pincel. Los “Paisajes
del alma” llenaron sus telas
de alegría e intensidad.
Carlo definió este estilo
de pintura como “intuitivo”,
algo surgido desde un espacio de
silencio y de meditación;
del corazón y no de la mente.
En 1983 las construcciones en toda
la isla de Tenerife y sobretodo
en la costa, cambiaron profundamente
su paisaje y la energía que
Carlo amaba. Decidió retirarse
hacia la montaña para perseguir
la paz y el silencio. Encontró
en Arona las ruinas de una construcción
del siglo XVIII y se dedicó
a restaurarlas.
Esta decisión fue el comienzo
de una expresión de arte
no intencionada, pero inspirada
y sensible: piedra a piedra, flor
a flor, árbol a árbol
fueron plantados en una armonía
perfecta, como una composición
de música donde las notas
fluyen naturales hasta crear un
espacio ideal para la expresión
artística.
En este periodo Carlo no dejó
de pintar y dio inicio a los cursos
de pintura y meditación.
Sus alumnos llegaban de todos los
rincones de Europa para aprender
a conectarse, a través de
él, con su propia creatividad.
De la necesidad de alojar a sus
alumnos nació la idea de
ampliar “La Casa del Pintor”
y convertirla en una casa rural
con cuatro casitas independientes
rodeadas de preciosos jardines.
Actualmente, Carlo imparte sesiones
individuales de pintura intuitiva
y además el alojamiento rural
está también abierto
para huéspedes que quieren
relajarse y disfrutar de la naturaleza.
Carlo ha exhibido sus obras en diferentes
países europeos, Estados
Unidos, América Latina y
con más frecuencia en muchas
salas de la propia isla de Tenerife.
Ahora su Casa Rural es el lugar
que él considera ideal para
exponer sus pinturas |
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Exposiciones |
1969
- Hotel Hilton, Adis Abeba (Etiopia)
1995
- Galería AAA, Lugano (Suiza)
y Galería Cosy, Piacenza
(Italia)
1978
- Raftevold’s Gallery (Noruega)
1996
- Arte Domus, Los Cristianos (Tenerife)
1981
- Galería Eden, Quillota
(Chile) y Hotel Bolivar, Lima (Peru)
1999
-
Casino, Santa Cruz (Tenerife)
1986
y 1987
- Sala Cultural Villa de Adeje (Tenerife)
1999
y 2001
- Casa de la Cultura, Los Cristianos
(Tenerife)
1989
- Ermita San Miguel, La Laguna (Tenerife)
y Casino - Santa Cruz (Tenerife)
1990
-
Arte Galería, Granadilla
(Tenerife)
desde
2003
- La Casa del Pintor, Arona (Tenerife) |
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Premios
y distinciones |
1959
- 1° premio nacional de pintura
del Touring Club Italiano en Bornio
(Italia) 1984
- 1° premio, Portland (Oregon,
USA) 1964
- Medalla de oro de l’Ente provincial
de Turismo Varazza (Italia) |
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Cuadros
-
Técnica mixta sobre madera.
Medidas 60x60, 60x120, 90x120, 120x90,
120x120 |
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Noticias
del día
Periódicos, noticias y boletines
de Ayuntamientos canarios
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Agenda
Cultural
Actividades, fiestas, festivales y
otros eventos mes a mes
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Historia
y leyenda de Tenerife
La
Historia de las Islas Canarias están presentes,
desde siempre, en la leyenda, como aquellas tierras
míticas que se encontraban más allá
de Las Columnas de Hércules, del estrecho
de Gibraltar, camino del Mar Tenebroso.
Aquí situaron muchos autores clásicos
el Paraíso, los Campos Eliseos o el Jardín
de las Hespérides, aunque uno de los primeros
testimonios fiables sobre las islas se lo debemos
a Plinio, que en el siglo I, nos habla de una expedición
enviada por el mauritano rey Juba hacia las islas,
de la que le llevaron, como recuerdo de la aventura,
unos enormes perros de los que se deriva el nombre
del archipiélago: Canarias, de can o canes.
Hay, todavía, soberbios ejemplares de una
raza autóctona de perros de presa isleños,
de fiero e impresionante aspecto, llamados verdinos
(o bardinos, según las islas).
No es de extrañar que, en las primeras narraciones
legendarias o históricas, sobre Canarias,
se hiciera, casi siempre, mención a Tenerife,
a la que se denominó también Nivaria,
puesto que, en estas latitudes, la estampa de una
enorme montaña nevada, visible desde muchos
kilómetros a la redonda, emergente por encima
de las más elevadas nubes, debía impresionar
vivamente a aquellos antiguos navegantes.
Las islas, hasta su conquista por los europeos,
que se prolongó a lo largo de casi todo el
siglo XV, estaban habitadas por una población,
posiblemente de origen norteafricano, sumida en
el paleolítico, aunque con ciertos atisbos
de una cultura ligeramente superior en lo que se
refiere al aspecto religioso y artesanal.
Los guanches -moderadores prehispánicos de
Tenerife- vestían toscamente con pieles y
todo apunta a que ignoraban el arte de la navegación.
Sin embargo, enterraban cuidadosamente a sus muertos,
momificándolos, con técnicas muy eficaces,
en algunos casos, y tenían un gusto especial
por los adornos.
Trabajaban el barro, si bien desconocían
el torno, y sus lanzas -añepas- acababan
en afiladas puntas naturales de piedra volcánica.
Muchos autores antiguos -y aún algunos modernos
- opinaban que las Islas Canarias serían
los restos visibles y más elevados de un
continente hundido: La Atlántida.
Y los guanches serían los descendientes de
los atlantes. Los hijos y nietos de los habitantes
de las montañas de aquel legendario mundo,
que de pronto, tras la hecatombe, se habrían
visto transformados en isleños a su pesar.
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